Lo amoral, inmoral y la desmoralización en el
hombre, más que ser una mera antítesis conceptual de lo considerado como
propiamente “moral”, se convierte en un abandono de la posibilidad de llegar a
ser cada vez más humano, es decir, más justo, honesto, libre, racional, y todo
aquello que, de acuerdo con la moral como contenido, constituye lo
estrictamente humano.
Cuando
señala que la vida humana consiste, fundamentalmente, en tarea y quehacer, el
hombre es “moral” es un pleonasmo, una mera tautología. El cual su uso y
abuso tradicionales se entiende por moral no sé que añadido de ornamento puesto
a la vida y ser de un hombre o de un pueblo.
En su
contraposición moral-inmoral, sino en el sentido que adquiere cuando de alguien
se dice que está desmoralizado. Entonces se advierte que la moral no es un
performance suplementaria y lujosa que el hombre añade a su ser para obtener un
premio, sino que es el ser mismo del hombre cuando está en su propio quicio y
vital eficacia. Un hombre desmoralizado es simplemente un hombre que no está en
posesión de sí mismo, que está fuera de su radical autenticidad y por ello no
vive su vida, y por ello no crea, ni fecunda, ni en su destino.
El hombre por naturaleza es un ser
constitutiva- mente moral.
En la construcción moral le va su ser.
En la actualidad, la ética y la moral
debieran ser artículos de primera necesidad, precisamente porque nuestra
sociedad local, con todos sus avances, está profundamente desmoralizada. Hoy en
día no sabemos qué hacer ante el alarmante número de asesinatos que se cometen
a plena luz del día, la infiltración del narcotráfico en la política y en los
organismos gubernamentales encargados de impartir la justicia y perseguir los
delitos, los espectáculos circenses que se tejen a menudo en el Congreso de la
Unión, la predominancia de una política y prácticas educativas cada vez más
mediatizadas por la lógica del mercado, entre otras problemáticas sociales que
nos desbordan.
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